Cartas a Quito / 23 de noviembre de 2025
Written by admin on 11/23/2025
Falta concienciación
Nuestro hermoso y pintoresco país, supuestamente turístico, por todas las bellezas que encierra, penosamente, adolece de muchas fallas que, de una u otra manera, vienen a deslucirlo y, por ende, a devaluarlo un tanto.
Se trata de dos elementos fundamentales: la inseguridad y el buen mantenimiento (aseo) en calles y plazas.
Hace pocos días, en horas de la noche y acompañada de unos turistas extranjeros, tuve la oportunidad de visitar el centro histórico de la Capital y realmente me sentí triste y muy avergonzada por la falta de higiene que se observa en estas calles, especialmente en las transversales y aledañas: fundas y montones de basura desperdigadas en las aceras, irradiando olores fétidos y nauseabundos, canes y otros animales haciendo de las suyas, paredes convertidas en urinarios y baños públicos, etc.
Cómo es posible que las autoridades pertinentes no traten de solucionar estos desafueros, colocando muchos contenedores en estas áreas turísticas, haciendo un control más estricto y sancionando a los infractores y, lo más importante, promoviendo una intensa campaña de concienciación, para mantener la ciudad más vivible, aseada y digna de llamarse ”Carita de Dios”.
Respecto a la inseguridad reinante, es otro tema que debería ser profunda y concienzudamente analizado.
Fabiola Carrera A.
Chao papi
Diferenciar entre observar el proceso de cuidado de un adulto mayor hemipléjico y vivirlo es comprender dos realidades completamente distintas. Desde afuera, se pueden analizar rutinas, métodos y necesidades; pero estar dentro implica habitar un territorio emocional donde cada día es un encuentro entre el yo y el otro, entre la esperanza que impulsa y la desesperación que a veces asoma, entre la disciplina que sostiene y las ganas de descansar que también reclaman espacio. Sin embargo, en medio de ese vaivén, la experiencia se convierte en un tesoro: una fuente de lecciones profundas, de enseñanzas silenciosas y de áreas por mejorar que solo la convivencia cercana permite identificar. En esa enriquecedora etapa ganamos todos, porque Dios ya tenía ese tiempo predestinado para continuar moldeando nuestro carácter.
Cuidar a un adulto mayor en sus últimos años es un acto radical de amor. En esa etapa, lo más valioso que una persona puede recibir no es un tratamiento sofisticado ni un programa perfecto, sino atención auténtica, compañía constante, compasión sana y la oportunidad de pedir perdón, cerrar pendientes y reencontrarse con los suyos. El mayor regalo de la vida es una familia unida, y también una familia que acompaña sin abandonar.
La recta final de mi papi estuvo rodeada de ángeles: cada especialista que lo atendió con entrega, sus cuidadoras incondicionales y la mejor medicina que pudo recibir para mantener su ánimo vivo: la bulla alegre de las mujeres de su casa, las travesuras de sus nietos, las visitas inesperadas y las risas que se colaban incluso en los momentos más difíciles.
Chao, papi. Espero que te hayas ido con el corazón lleno y el alma en paz, directo junto a Dios.
Paula Pettinelli